The Shape of whater, un poema visual.
- Gabriela Vázquez.
- 1 feb 2018
- 3 Min. de lectura
The Shape of Water (La Forma del Agua) es el más reciente filme del cineasta mexicano Guillermo Del Toro. No es sorpresa que haya ganado el Globo de Oro a Mejor Director y que tenga 13 nominaciones al Oscar, entre ellos Mejor Director y Mejor Película. Para muchos The Shape of Water es quizá el mejor filme que haya realizado Del Toro, superando incluso al Laberinto del Fauno. Entonces ¿qué hace tan especial a esta película?
Más allá de la espectacular fotografía, ambientación y por supuesto, maquillaje y efectos visuales, el punto fuerte de la película recae en la narrativa, en la manera en que Del Toro logra relatar una historia de amor completamente fuera de lo normal, pero que aún así resulta ser un reflejo latente de la sociedad en la que vivimos.
La película cuenta la historia de Elisa (Sally Hawkins), una mujer que es muda de nacimiento y que lleva una vida rutinaria entre las actividades que realiza en casa, su amistad con su vecino Giles (Richard Jenkins) y su trabajo como personal de limpieza en un laboratorio gubernamental junto a su amiga Zelda (Octavia Spencer).
Sin embargo, todo cambia cuando llega un nuevo “activo” al laboratorio a cargo del general Strickland (Michael Shannon), quien considera a la criatura como un simple objeto que puede hacer y deshacer a su gusto y beneficio. Tras su encuentro inicial, Elisa no sólo comienza a interactuar con este ‘monstruo’, si no que poco a poco forma un lazo afectivo con él, lo que la lleva a buscar una manera de salvar de una muerte segura a este ser del cual se ha enamorado.
La relación entre Elisa y el monstruo los complementa mutuamente, ella, irónicamente, se convierte en la voz de este, quien por su parte le da un motivo para existir, una misión; le recuerda que tiene un lugar en este mundo. Para esto, la película parte de plantear los verdaderos ‘monstruos’ de la sociedad en la que viven, primeramente: la soledad. Se nos presentan personajes que no encajan en una sociedad donde lo raro, lo que está fuera de lo común, debe ser ignorado.
Además, desde los primeros diálogos de la película se nos plantea otro gran monstruo: la intolerancia. Una intolerancia fundamentada en las tensiones raciales, políticas y morales que se vivían en Estados Unidos a finales de los años 50. Donde aún existía la segregación, la homosexualidad era fuertemente discriminada, había tensión política con Rusia y el privilegio del hombre blanco era la base de la sociedad Norteamericana.
Pero es en medio de esta intolerancia donde surge una historia de amor, si bien el silencio en el que vive Elisa la vuelve invisible ante casi todo el mundo, existen quienes han visto más allá de su mutismo y la han aceptado por quien realmente es, algo que comparte con la criatura anfibia de la cual se enamora, pues ella misma remarca cómo él no ve a una mujer incompleta o defectuosa, simplemente observa a otro ser que es amable con él, que no lo trata de la misma manera que el resto de los científicos o Strickland, un trato que ella también busca en los demás.
El mérito más grande de Guillermo Del Toro parecer la manera en que logra encontrar una armonía entre todos estos elementos. Si bien el cuadro general es bastante negativo al abordar temas tan controverciales, es admirable la manera en que plantea la belleza en medio de toda esta adversidad, como el amor y la amistad sobrepasan cualquier obstáculo, por más cliché que esto pueda parecer.
Y sobre todo, es admirable la manera en que Del Toro toma una imagen tan convencionalizada, la de un monstruo, y le da un giro a la forma en que lo expone ante el espectador. Como en un medio donde se plantea que los monstruos devoran humanos, hunden embarcaciones, aterrorizan ciudades y destruyen civilizaciones, Del Toro plantea una perspectiva radicalmente diferente. Donde estos monstruos tienen un lado humano, donde podemos encontrar bondad, que nos llevan a enfrentar nuestros temores, replantearnos los que creíamos saber.
En el filme, Giles termina la historia con un poema:
«Incapaz de percibir tu forma, te encuentro a mi alrededor.
Tu presencia llena mis ojos con tu amor.
Mi corazón es humilde entonces, porque estás en todos lados.»
Esta es la mayor virtud de The Shape of Water, Guillermo Del Toro rompe con las convencionalidades a las que estamos condicionados, no solo al demostrarnos que nada, ni el odio ni el amor, tienen una forma establecida; si no que mientras otros buscaban atemorizarnos con sus mostruos, él buscaba que los suyos nos llenaran de amor y compasión.
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